UN MEDIODÍA EN LA CINEMATECA LA TERTULIA - Rafael Angel Díaz Marín
October 6, 2013

Cuando vi el correo que me envió Lucette con la tarjeta de invitación a la premier especial de “Polo a Polo” en la Cinemateca La Tertulia, inmediatamente volvieron a mi cabeza las carcajadas a borbotones causadas por los apuntes y calaveradas de Groucho Marx y sus hermanos con las que nos deleitamos años ha en esa sala. Fue inevitable la reminiscencia, nada casual, que me trajo también una ligazón entre Polo y esos doctrinantes del humor corrosivo, a los cuales, hoy por hoy, profeso la única de las militancias marxistas que me queda de mis arrebatos juveniles, hasta tal punto que me imaginé a Polo en la cinta del cinematógrafo que encierra la firma del maestro en la tarjeta, haciendo parte del elenco de los Marx en Sopa de Gansos o en Una Noche en La Ópera, más o menos como en el montaje que me hizo Camila que sirve de preámbulo a estas notas, entre Groucho y Chico, haciendo del papel de Harpo.
Polo como buen histrión, es actor de comedia y tragedia, a veces camina sinuosamente, tambaleándose, inclinado, como Groucho, y como éste, se queda mirándonos con los ojos bien abiertos por encima de las gafas después de lanzarnos un apunte inteligente en espera de nuestra respuesta tardía o se muere de la risa, él solo, de las mamadas de gallo que nos hace, como Harpo.
La tarjeta me trajo el recuerdo de un feliz mediodía sabatino en el San Fernando, cuando estábamos viendo una película con tema musical de Pérez Prado y Benny Moré, lo cual implicaba par canecas de guaro entre pecho y pecho, es decir, entre Lucette, Polo, Alberto Londoño y yo, cuando el maestro se paró como poseso, como Julio Cesar arengando a sus legiones, gritando estruendosa y roncamente, en la oscura humareda teatral,” ¡ANTES QUE SE ME OLVIDE, UN VIVA PA´ EL VIEJO BENNY!”, arrebato que fue respondido con sonoro aplauso de la cinéfila masa fantasmal. Debe ser por este tipo de cosas que he vivido con Polo que me pareció alucinante recibir una invitación para la proyección de su vida y obra en la Cinemateca de la Tertulia.
Entonces comencé a imaginarme al POLO en la película como único protagonista, en la esquina de un ring, con su mirada aguda, retadora, de cejas de gran arco y sonrisita de buscapleitos. Dalí tenía bigote mefistofélico, pero como en Tumaco no hay bigotes, a Polo le tocó reemplazarlo con sus cejas de pelos endemoniados que se le crispan en el centro, dispuestos hacia arriba señalando las perspectivas oceánicas y abisales de su espíritu, como las astas del minotauro ubicando en su laberinto, en el punto de fuga, a los argonautas y a las sirenas de sus míticas plumillas. Ojos de fajador, parpados y pómulos sobresalientes, acostumbrados a recibir incesantes golpes de luz, de formas y colores, de desesperanza y de incomprensión, de báquicos amaneceres, con la misma predisposición anatómica para propiciar los golpes de Pambelé, solo que su ring es el Pacífico, no el de dura lona al que su padre Marco Polo, reencarnación del veneciano, le quería matricular de por vida para que fuera una gloria del pugilato, sino aquél inmenso océano ancestral que le codificó las polo-cromías, que le diseñó las cuerdas imaginarias de su cuadrilátero vital, a las que la vida lo arrincona en imparables y sucesivos golpes, cuerdas paralelas, que pensándolo bien, son las mismas partituras de la ahora centenaria Catalina, quien le enseñó los golpes y movimientos de la música, le impregnó el susurro del inmenso veracruzano Agustín Lara (¡cómo te le pareces en las cicatrices del corazón!), el bolero, el son, el guateque, la cachimba de San Juan y la mata siguaraya. Su “Cabeza de Beethoven” con partitura de Valdiri es el resumen de esa impronta rítmica y plástica que le legó su madre, la misma del sonido bestial de Richie y Bobby.
En esa tela que es su propia lona vital de siete colores como el continente de Arciniegas, nos tira el guante dejando al descubierto sus manazas de peleador (que recientemente, como en una película de acción, redujeron en veloz carrera y temibles puños a los profanadores del Taller y de la cartera de la Directora suiza del claroscuro), como el incansable y novel boxeador en busca desesperada de sparring, pero ¡ojo!, cuídese del lamparazo pictórico que nos deja como Ortiz, tirados cuan largos somos, en el aletargamiento, nos ingresan a un mundo de misterio, de perplejidad, a una estética profunda que nos llena de placer, de angustia y nos desubica de nuestro ser, como magistralmente lo describió nuestro inolvidable Álvaro Morales, consciente que en ese escenario Polo lidia cotidianamente terribles y maravillosos combates, levantándose de las golpizas del racionalismo abstracto figurativo, materia propia de sus neuronas, pero sin tirar nunca la toalla, saliendo, arrastrándose, agarrado a las cuerdas, hacía la próxima plumilla de infinitas variaciones, a la siguiente acuarela de azules irrepetibles, al desafío de la siguiente tela intergaláctica en donde navegará sin puesto de control en la Tierra, ingrávido.
Una vez cuando nos fuimos de paseo, a visitar la barracuda de los ojos verdes y lágrimas azules, lo vi en la playa con un sombrerito como el que se ponía Ibrahim Ferrer cuando cantaba con Buena Vista Social Club, camiseta roja metida dentro de una pantaloneta cortica, negra y verde limón, medias blancas tobilleras de esas que tienen círculos rojos y negros arriba de la pantorrilla, y … zapatos de cuero, cuadro que no encajaba en el ambiente, asunto que me dejó muy preocupado pues desdecía de la imagen que yo tenía del POLO como auténtico ejemplar marino y lo dejaba degradado a pescador de agua dulce. Luego, cuando lo vi haciéndole un show a las damas que nos acompañaban, en la flacura de un masai, moviendo rítmicamente sus músculos de la espalda (algo parecido a moverse las orejas habida cuenta que en Polo parece no haber sino huesos), recitando poemas de su propia inventiva, y más adelante, me lo encontré visitando la tienda de Richard en donde los rastafaris de la isla le tenían un altar allá en lo más alto del bohío (y por ende, de la soberanía nacional), en donde habían colocado dos plumillas de su autoría con figuras de la leyenda rasta, entonces me persuadí que Polo era todo eso, navegante de todos los mares, boga del río de Heráclito, escultor, pugilista - pintor de lances y formas, condenado al combate interminable en su propio cuadrilátero de lona oceánica, acontista, mamagallista, músico, bailador de patio de negros en Jamundí, amén de otras tantas facetas que me resulta agobiante enumerar acá, pero ante todo, mi amigo al que no le tengo que renovar lealtades cotidianas
Ahora me entienden porque para la mí la premiere del sábado 19 de octubre, es una gala con actor incluido.
Rafael, octubre 2013.
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